martes, 27 de septiembre de 2011

Mil gracias.

¡¡Vaya, mil visitas!!!-  Es lo primero que he pensado hoy al ver mi blog. No sé si son muchas porque no sé como compararlas o en relación a qué se mide esto, sólo sé, que a mí me parecen bastantes, más aún ,cuando no he publicitado este espacio en ningún sitio...me parece fascinante esto de los blogs, estoy contenta. Ante esto, sólo puedo decir, MIL GRACIAS porque, parte de esta alegría, es responsabilidad vuestra!!!

lunes, 26 de septiembre de 2011

Mi inspiración.

Es curioso, siempre estoy esperando una idea brillante o genial para ponerme a escribir. A veces, tengo días evocadores en los que cualquier motivo, por insignificante que sea, puede despertar mi imaginación; el sol ocultándose bajo el océano desde mi ventana, un objeto muerto olvidado en un rincón perdido de mi habitación, un gesto de dos enamorados que pasean por la calle... sutiles cosas cotidianas que tenemos alrededor y que, con la mirada adecuada, pueden convertirse en un, por lo menos, curioso relato. No sé si les pasara a otros que compartan conmigo la misma afición: me encantaría encontrar un tema fascinante, un guión maravilloso y sorprendente con el que pudiera escribir un libro, no por escribirlo, sino porque la historia fuera tan atrayente que no hubiera otra opción más que poder contarla, que por sí misma, fuera “carne de cañón” para cualquier escritor, guionista, dramaturgo, consagrado o no. Esta búsqueda de la historia perfecta me lleva a estar atenta, con los ojos siempre abiertos ante posibles acontecimientos “contables”. Tan atenta estoy, que tengo una libreta llena de anotaciones de posibles ideas novelescas… en un viaje a Barcelona, al coger el funicular que lleva a Montjuic, mientras veía esta preciosa ciudad quedar bajo mis pies y me fijaba en el mecanismo de funcionamiento de este medio de transporte casi extinguido, caí en la cuenta de que para que un funicular suba, otro igual tiene que bajar para hacerle de contrapeso y justo en ese momento, nos cruzamos con el opuesto que se dirigía hacia abajo, a mitad de camino, haciendo lo propio. Pensé que los conductores, que usan una manivela obsoleta para hacer subir y bajar el aparato, están condenados a no encontrarse nada más que a mitad de camino, día tras día, hora tras hora y me pareció tan evocador, tan romántico, tan diferente, que apunté en mi libreta: historia de un funicular y sus dos conductores, como una metáfora de dos persona, que por circunstancias ajenas a uno mismo, están penados a no coincidir y que por, esta curiosa treta del destino, también equilibran sus propias vidas.
Otro día, vi en la televisión,  la historia de una niña enferma de cáncer a la que le habían diagnosticado fase terminal; la niña, creo recordar , de siete años, ante su cruel destino y su incipiente muerte prematura, con una lucidez impropia de sus años y un sentimentalismo feroz, escribió notas a sus padres y hermana que fue escondiendo por lugares recónditos e insospechados de la casa, con el fin de que, una vez ella desaparecida, sus familiares la tuvieran  presente en las palabras ocultas que iban encontrando es su quehacer cotidiano. Esta historia me dio mucho que pensar y diferentes enfoques desde lo que podría ser contada: desde el punto de vista de la niña y el relato de cómo tuvo la idea de las notas; lo que escribía en ellas; la madre, su relación con la hija enferma y lo que sintió al encontrar las notas; una escritora que entrevista a la madre para hacer un libro sobre su hija y lo que le inspiró la relación materno-filial y la poderosa fuerza de una niña tan pequeña; o tal vez,  el punto de vista de un observador ajeno a la tragedia, que analizaría los pormenores emocionales de esta manifestación de cariño, tan de película.
Otras veces, me descubro oteando en mi memoria el poco conocimiento que tengo de otras culturas distintas a las mía y me pongo a  imaginar cómo será la vida en otros lugares, cómo será ser peluquero en la India, madre en una tribu del Amazonas, hombre en la etnia china Mosuo, un Dalai lama, pastor en Mongolia… en fin, todas estas vidas me parecen tan distantes, atractivas y distintas a la mía, que podría escribir de cada una de ellas. Y otras veces, personajes históricos sin importancia destapan mi inquietud: el sastre de Napoleón, el médico de Hitler,  el cocinero de Cleopatra,  no sé, distintos sujetos en los que nadie ha pensado que seguro tendrían mucho que decir. Pero al final, aunque todas estas ideas suenen sugerentes, ninguna me parece lo suficientemente buena, ninguna la suficientemente atrayente, majestuosa, excepcional y termino escribiendo sobre mi propia vida, sobre mi quehacer, sobre mis adentros, sobre mi familia, mi amor, mis deseos. Mi vida, que me parece tan aburrida, mis pensamientos, que me parecen tan comunes, mis gentes, que se me hacen tan familiares y cotidianas…quizás a alguien, en el extremo opuesto del mundo, le puedan resultar interesantes. Para mí, casi siempre, son fuente de inspiración porque, aunque no resulten, así, de pronto, apasionantes historias, todas mis gentes pueden ser majestuosas.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Gracias a Dios.

Soy creyente, creo en el ser humano. No practico ninguna religión, pero leo sobre muchas de ellas porque me interesan como fenómeno de estudio  y porque creo que tienen mucha influencia en este mundo donde vivimos. Me apasiona el método dialéctico del Talmud para estudiar e interpretar la Torah, el Pentateuco judío; el misticismo de la Cábala. La cultura sabia del Islam, su arte, las danzas y músicas sufíes; la hospitalidad de sus pueblos. La búsqueda de la sabiduría y la paz, el respeto por todos los seres humanos y la naturaleza del Budismo. Los iconos ortodoxos; el arte sacro y eso de amar al prójimo del Catolicismo… Cada una de las religiones que conozco de las que he leído algo, tienen algún punto positivo que destacar.
Como he dicho, no soy practicante y me considero básicamente arreligiosa, aunque espiritual y creyente. Creo en “algo” que no puedo definir, en algo superior a nuestro entendimiento, en algo que no se puede nombrar porque no sé qué nombre ponerle. Aunque la mayoría de las cosas que nos sorprenden pueden explicarse a través de la ciencia, hay cosas que no llegaremos nunca a entender, afortunadamente. Compasión, amor, belleza, sensibilidad, para mí, tienen una gran carga de espiritualidad; siento a veces, la presencia de ese algo en muchas cosas, a pesar de que, en todas ellas influya de una manera u otra, neurotransmisores y procesos electroquímicos. La fe se puede definir como creer en “algo” que no se puede ver, y,  por supuesto, es totalmente poderosa. Como no sabemos, a ciencia cierta, si  en lo que creemos es cierto, aunque pensemos, sin ninguna duda que lo es, no hay ninguna razón para pensar que una creencia es más poderosa o más auténtica que otra. Para cada cual,  su “dios” es el único y verdadero al margen de datos y pruebas históricas y científicas que puedan sustentar o no algunas fundamentos religiosos. Por eso, respeto profundamente cualquier fe, por muy distinta que sea a la mía,  porque se siente muy adentro y como algo muy real, profundo y verdadero, porque sé, que para cualquiera, sus creencias y manifestaciones son tan verdaderas y auténticas como las mías, aunque yo no tenga ninguna religión de cabecera. Cuando veo en algún documental, expresiones de la fe de otros países lejanos, en ocasiones, me quedo asombrada por la particularidad y excentricidad de alguna de ellas: hombres que se cuelgan de unos palos a través de unas cuerdas que terminan en unos ganchos como enormes anzuelos de acero que atraviesan sus pieles; peregrinaciones increíbles con miles de seres vestidos de blanco alrededor de un pequeño templo; hombres que mueven sus cabezas arriba y abajo, una y otra vez, mientras rezan mirando a un muro de piedra, personas que encajan sus súplicas y peticiones en los huecos que hay entre los ladrillos amarillos de lo que queda de un antiguo, antiguo palacio… en fin, miles de cosas que, en principio, sin mirar más allá, pudieran parecer ilógicas; mas analizo los ritos propios de la cultura en la que me crié y me sorprendo al ver que son, en un mismo momento, igual de excéntricas y sorprendentes, lo que ocurre es que en este caso, se me hacen menos extrañas porque las conozco desde niña y me las han explicado: personas que cargan sobre sus hombros estatuas y símbolos de madera paseándolos por las calles de los pueblos o ciudades; hombres que fustigan sus espaldas desnudas con látigos punzantes; miles de seres humanos que se agrupan en un determinado lugar para escuchar lo que tiene que decir un hombre vestido de blanco al que todos reconocen como el emisario de Dios en la tierra, el testigo de la primera iglesia… En fin, sorprendentes de igual manera. Al analizarlo, me digo: - ¿Quién soy yo para criticar y poner en tela de juicio otras religiones, sus creencias y su cultura? ¿Con qué prepotencia puedo creerme mejor o pueden ser mis ideas y manifestaciones más verdaderas que otras sino puedo argumentarlo al igual que los demás tampoco pueden?-  Es bastante sencillo de entender que si mi cultura, eminentemente católica, tiene cosas, que descontextualizadas, pueden parecer excéntricas a algunos ojos, a otras culturas, impregnadas de otras religiones, les pueda pasar exactamente lo mismo. No entiendo, entonces, por qué las religiones, compendio de ciertas creencias y premisas de la fe que regulan el comportamiento de los hombres con un espiritual objetivo, traen al mundo tanta guerra, tanta lucha, tanto dolor, y sí, ya sé, que no son las religiones, son los hombres que las apoyan, los que han matado y siguen haciéndolo, por todos los bandos, en nombre de sus creencias. No soy tan tonta como para pensar que el problema de algunas guerras actuales, sólo se deriva en las religiones. A veces, se han convertido en una excusa excelente para luchar por poderes económicos, geográficos (que son, al final, económicos también)…etc. Pero estos motivos sólo  interesan a los más altos representantes. Los que mueren en las calles, lo hacen en nombre de la fe, o en nombre de su cultura, o de una bandera, no en nombre del oro negro y del poder político, y esto, a los de arriba, que no suelen verse involucrados en masacres colectivas, les viene muy bien para conseguir ciertos objetivos. No creo, sinceramente, que haya buenos y malos, vencedores y vencidos, pienso que  con tanta falta de entendimiento, tanta avaricia, hemos perdido todos. Pensando antropomórficamente, me imagino a ese ser superior, allá arriba sentado en un butacón de terciopelo rojo, mirando hacia abajo con las manos en la cabeza mientras grita:-  ¡pero, ¿qué estáis haciendo, por qué todos queréis tener la razón, si yo no me llamo ni Alá, ni Dios, ni Yahvé y al mismo tiempo tengo los tres nombres, si ninguno tenéis razón y la tenéis todos, por qué seguís empeñados en hablar en mi nombre?!- Y dicho esto, lo veo levantándose, moviendo la cabeza a un lado y a otro con desaprobación, y marchándose decepcionado con la humanidad, como si nos abandonara a nuestra suerte, como si no hubiera nada más que hacer por nosotros. Claro, esta es una imagen que no puedo demostrar, influenciada por mi cultura y la religión que la envuelve; pero si este ser superior existe y está de nuestro lado, de lado de cualquier ser de este mundo, sin duda creo, que se ha cansado ya de mediar entre nosotros; pese a todo, soy optimista y aún lo podemos encontrar en muchas cosas buenas de todas las culturas, de todas las religiones.
No quiero entrar a considerar o puntualizar las coas negativas que, al margen de creencias, atentan contra los Derechos Humanos, y reitero, que de esto hay una larga lista en todas las confesiones. Sé que este análisis  pudiera ser mucho más profundo de lo que es porque sólo estoy haciendo un “boceto” somero del asunto y, sé, que a algunos les podrá hasta parecer blasfemo el hecho de que yo considere y mida con la misma vara, a todos los “dioses” del planeta. Pero es mi opinión sobre un tema demasiado polémico en el que es muy difícil, visto lo visto, llegar a una única conclusión. Tampoco lo pretendo. Sólo sé que el respeto, la empatía y la comprensión sería un primer paso  que todavía, parece, no estamos dispuestos a dar.

LLegar hasta el cielo.

     Si pudiera volar hasta el cielo, hasta lo más alto del cielo y apenas rozarte con las yemas de mis dedos; si pudiera acercarme hasta el sol sin que Dédalo me obligara a usar alas de cera, si pudiera, si quiera, contemplar por un segundo tu presencia…si lo consiguiera, miraría abajo y podría, tal vez, comprender por qué tanto dolor, tanto odio, tanta pena, por qué hay miles de bocas hambrientas, por qué hay desamor, niños abandonados en la calles, gente que se muere en soledad ; comprendería , tal vez, los celos, la envidia, la prepotencia, las mentiras, la venganza, la tiranía y la soberbia…
pero no puedo volar, no sé llegar hasta ti, mis alas se han quebrado tantas veces, tantas veces he caído vencida por el cansancio, rendida por mi propia rebeldía, que ya no me quedan fuerzas. Me resigno al mundo en el que vivo… miro por mi ventana, entra una brisa llena de esperanza y, a fuera, veo niños jugando, personas que se aman y pasean entrelazando sus manos, una puesta de sol, una sonrisa, un helado, una buena canción, una caricia, y así, contemplando el mundo en el que vivo, comprendo por fin, que no necesito llegar hasta el sol, porque a pesar de tanto dolor, siempre hay belleza. Comprendo, que, como yo, habrá muchos que quieren llegar al sol, a tocar el cielo, que buscan, intentando encontrar una respuesta. Tanto ellos como yo, somos tan sólo uno más, capaces de dar lo mejor de nosotros en un beso, de ofrecerle al otro una palabra amable, un gesto de reconciliación y, sin embargo, también somos capaces de odiar, de hacer sufrir , de deshacer lo bueno que ofrecemos un día, con tan sólo, una palabra de enemistad. No depende del cielo ni de sol, que cada uno de nosotros veamos la belleza que nos inunda, que nos contagiemos de paz, que contemplemos la curiosa mezcla que somos, y comprendamos, que sólo nosotros, somos responsables, de intentar poner esperanza en nuestra tierra.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Generalmente...


Sé que un mundo tan grande es difícil hablar de individualidades. También sé, que el ser humano tiende a agruparse con sus iguales, a reunirse por similitudes que le hacen sentirse menos sólo, más entendido, más seguro. Guetos, asociaciones, colectivos, agrupaciones, nacionalidades, partidos políticos… no son otra cosa que una manera de tipificar, entre tanta diversidad, a las personas que lo forman. Es normal, lógico, natural y muy humano buscar en el otro aquello que lo identifica como parte de un algo más global, más grande que la insignificancia de un solo ser en la marabunta de un planeta tan poblado. Y está bien, todos nos sentimos a gusto y reconfortados en los grupos a los que pertenecemos, es sano, positivo y ventajoso para multitud de circunstancias que, como seres individuales, nos costarían más resolver solos. No obstante, para mí, esto de hacer agrupaciones tiene un problema que, en estos tiempos que corren, se ha agudizado considerablemente: las generalidades. Cuando nos expresamos, tendemos a simplificar nuestros argumentos utilizando las generalidades; entiendo que forman parte de nuestra manera de ver el mundo y que, evidentemente, hablar de cada ser es mucho más difícil que meterlos a todos en el mismo paquete. Como medio de expresión es, sin duda un recurso, pero el problema está, en que de tanto utilizarlo, hemos hecho de estas verdades universales indiscutibles. “Los de izquierdas son, los de derechas son, los inmigrantes son, los catalanes, extremeños, andaluces, canarios, gallegos son, los hombres son, las mujeres son”… y al lado de cada sustantivo, una lista de adjetivos que todos podríamos rellenar sin inmutarnos. Es cierto que algunas características de los grupos a los que nos vemos unidos pueden definir, de alguna manera, algunas circunstancias de nuestra personalidad;  crecer en un sitio y no otro, nos aporta una idiosincrasia propia que nos clasifica, practicar una determinada religión, nos dota de algunos aspectos que no nos aportaría cualquier otra… aún así, entre tanta diferencia, sería demasiado sencillo englobar todo, en tanta generalidad.  Sabemos, que entre nuestros comunes, hay mucha disparidad individual. Por eso, no puede entender la manía de sentenciar una opinión acerca del otro por el grupo o grupos a los que pertenece. Por poner un ejemplo, nos han dicho, hemos escuchado, que los alemanes son secos, cuadriculados y fríos en el trato y resulta que no conocemos a ningún alemán, pero resulta que alguien,  si un día, nos preguntara sobre ellos, seríamos capaces de afirmar, con toda la seguridad del mundo, que los alemanes son secos, cuadriculados y fríos en el trato, como si tuviera más peso una opinión general de otra persona, que la opinión que pudiéramos sacar, aún así sesgada, conociendo a algún germano o habiendo visitado Alemania. Y al igual que con este ejemplo, pasaría con cualquier otro. Me parece demasiado peligroso que no seamos capaces de entender que el uso de la generalidad sirve para darnos un pequeña idea de lo que nos puede llegar a definir como humanidad, sin embargo, no podemos dejarnos llevar por estos simples argumentos para hacernos sabedores de cualquier cultura, religión, elección sexual,  ideas políticas o género. Es muy peligroso porque nos hace ignorantes de la maravillosa multitud que puebla nuestro mundo, nos hace vagos a la hora de intentar acercarnos a nuestros diferentes porque ya les asumimos señas que tal vez, así, a priori, no nos gusten y puede que, nos estemos perdiendo la oportunidad de conocer alguien maravilloso. Todos ponemos etiquetas y, a menudo, todos odiamos que nos la pongan a nosotros. Pero igual, seguimos definiendo a la gente de la manera más fácil, sin considerar, que ante todo y que, pese a la infinidad de iguales que podamos tener, por encima de cualquier otra cosa, somos personas. Seré muy ilusa e idealista creyendo en que si todos pudiéramos mirar un poquito más allá de tantas etiquetas, el mundo sería mejor, menos complicado, sin tanto problema de comunicación, de soledades, de injusticias y seguramente, soy muy ilusa al creerlo así;  en seguida, vuelvo a la realidad de estos días y me encuentro  rodeada de un montón de gente en mi rutina que no dudan en marcar y estigmatizar a las personas y con las que, desafortunadamente, no puedes discutir, porque en sus cabezas, han hecho estos estigmas, dogmas de fe, verdades rotundas, y tal vez, una defensa ante tanta contrariedad que les sirve para no esforzarse, para estar preparados por si resultaran heridos. Espero de verdad que entendamos de una vez, que no podemos, aunque tengamos rasgos comunes con nuestros semejantes, conocer  a alguien sin conocerla de verdad, por mucho que podamos saber o haber escuchado de las características propias de su procedencia, religión, etc., etc.… y espero también, que no toméis mi escrito como una verdad universal irrefutable, es sólo una opinión y creo que, además, estoy generalizando demasiado.

domingo, 4 de septiembre de 2011

                 Te quiero con todo lo que tú eres, con tu sonrisa y con tu llanto;  te quiero por y a pesar de todo, en tus sueños y en tus desvelos. Te quiero por tu mirada sincera y profunda, te quiero por tus manos cálidas; te quiero al despertarte y  al acostarte. Te quiero cuando te enfadas y cuando me enfado; te quiero al callarte y cuando hablas. Te quiero porque eres música  y también silencio. Te quiero porque hay cosas de mí que no te gustan y otras que te encantan. Te quiero por todo lo que sabes y todo lo que no sabes. Te quiero por todos tus esfuerzos, cuando te equivocas, cuando aciertas; cuando me equivoco, cuando acierto.
                Te ofrezco mi amor que te acompañe, te doy mis manos para caernos y levantarnos juntos, te doy mi risa cuando estés llorando y mi llanto para tu hombro, mis ojos para que tu mirada tenga siempre donde reflejarse; te doy mis defectos para dejarme ser mejor. Acepto y amo los tuyos para que tú también los quieras. Te doy mis esperanzas y mis sueños para moldearlos juntos, día a día. Te doy mi boca para que saborees besos. Te doy mi amor para que nunca estés sólo.
                Te quiero, tan solo dos palabras que implican todo esto, es lo mejor que puedo darte porque tu amor es lo mejor que tengo.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Nada que decir.

Lugar escondido, conocido en la distancia del tiempo,
olvidado por el paso del reloj por sus estancias;   
Al encuentro, en el cenit de la luna, dos anhelos. 
Efímero instante que clausura  un sueño;  
¡No dijeron sus palabras lo que gritaron sus gestos!

Cobijaron el estío de sus almas
musitando los  pecados de sus cuerpos,
al arrullo de una lluvia repentina
dormitando los antiguos pensamientos.

Recorrieron las memorias colectivas,
los rincones infinitos de recuerdos,
y trajeron al presente quienes fueron
con el ansia de amarrar lo que perdieron.

Lugar encontrado, misterioso en la cercanía de la noche,
recordado por el paso de dos almas que lo habitan;
Al encuentro, en el ocaso de la luna, dos anhelos.
Tatuado instante que apaga un desvelo;
¡No dijeron sus palabras lo que clamaron sus besos!